martes, 24 de mayo de 2011

La obra es el relato de los pedazos
Por Román Podolsky
Mayo de 2011

El trabajo que propongo en el seminario es en principio un trabajo de ruptura con las convenciones que atan a las palabras a las significaciones que la voluntad de decir les impone.

Pero esto es solo el comienzo. En estas notas me propongo señalar qué es lo que se puede hacer con los pedazos que resultan de aquella ruptura: palabras, frases y en general, los dichos que los actores van generando en el trabajo y que ya desvinculados de su contexto de origen, quedan disponibles para una nueva articulación.

En el principio romper
Lo primero es romper el sentido impuesto por la voluntad. Hallar los modos que nos permiten ubicarnos en la dimensión en la que lo que decimos se vuelve extraño a nosotros mismos. Rebasar la intención de ser entendidos para entregarnos al abismo del lenguaje que habla a través de nosotros.

Aquí ruptura es el término para señalar el preciso momento en el que ya no sé de qué estoy hablando. Por apenas unos instantes el yo (la voluntad de decir) deja de saber y en ese lugar se manifiesta un vacío, un desconocimiento, algo que falta. Es el momento en que surgen palabras inesperadas, que se articulan por afuera de la significación que el yo venía elaborando. Son las palabras plenas, que por oposición a las palabras planas -cautivas de las convenciones de la comunicación- expresan algo de nuestra singularidad.

Por regla general, les pido a los participantes de mis seminarios que traigan un tema del que quieren hablar. Nada escrito previamente ni elaborado de antemano. Sencillamente algo que les sirva como un punto de partida, una excusa para poner en marcha la palabra.

Lo que rápidamente se constata una vez iniciado el ejercicio, es que los participantes invariablemente son tomados por la intención de ser entendidos, por la voluntad de controlar lo que dicen, en consonancia con la expectativa de que no exista distancia entre la propia identidad y las palabras que pretenden manifestarla.

El trabajo entonces, consiste en aguardar la ruptura de esa voluntad de significación que se hace presente en el que habla. Y si no se produce buscamos promoverla, a través de diferentes tipos de intervenciones, a fin de que se produzca ese preciado instante de desconcierto y surja el vacío allí donde primaba una saturación de sentido.

Precisamente es ese vacío el que convoca la emergencia de palabras que sorprenden por su independencia respecto del sentido originario, antepuesto por la voluntad. Con ellas se trata de iniciar una nueva construcción.

En el transcurso del ejercicio invito a los participantes que están escuchando a que registren estos recorridos de palabra que hacen sus compañeros al hablar. Así se va conformando una suerte de “tesoro de frases y palabras inesperadas” que queda a disposición del grupo para producir con ellas nuevas articulaciones, textos, escenas.

¿Qué hacemos con los fragmentos?
Si uno es invitado a elegir un tema para hablar y puesto a hablarlo resulta que termina hablando de cualquier otra cosa, el ejercicio está logrado.

La experiencia resultante consiste en elegir un tema para hablar esperando que, al menos por unos instantes, sea el lenguaje el que hable a través de uno. O en otros términos, se trata promover la ruptura del sentido que puso en marcha la palabra, permitiendo así la emergencia de nuevos sentidos inesperados en el punto de partida.

Dichos sentidos emergentes pueden o no coincidir con el tema original elegido. En cualquier caso, lo que se promueve desde esta propuesta dramatúrgica es la disposición para aceptar que aquello de lo que finalmente se hablará en la obra -una vez construida- se desconoce hasta tanto ese proceso quede concluido.

Porque así como en el proceso de creación de textos se promueve el desconocimiento respecto de lo que se está diciendo, el producto resultante responde a una articulación cuyos efectos de sentido nunca la preceden. Y lo que advertimos es que cualquier intento de anteponer significaciones a dicha articulación antes de atender a lo que ella misma va haciendo emerger, suscita el riesgo de volver a caer en las garras de la convención comunicativa.

Por lo tanto, se trata de aguardar con paciencia y no sin angustia cómo se van uniendo los fragmentos sueltos para decir algo nuevo. Y si bien es imposible no hacer un recorte en la selección de los fragmentos al combinarlos -lo que de por sí implica el privilegio de algún sentido sobre otros- de lo que se trata es de no anticipar desde afuera de la propia articulación algún sentido organizador.

Es decir que lo que pretendemos es darle al material el tiempo necesario como para que se establezca un diálogo inherente a las partes que lo componen, privilegiando el sentido emergente que dicho intercambio produce.


Entonces, lo que hacemos con los fragmentos es volver a escucharlos, separados de su contexto de sentido original y rearticulados en un nuevo contexto cuyo despliegue depende de esa rearticulación. El sentido resultante, aquello de lo que la obra hablará surge entonces como un efecto inherente al proceso mismo y no como una intervención exterior a él.

Desde esta perspectiva, la obra es el modo de articular en un relato lo que se experimentó como nuevo durante el proceso de ensayos e investigación.

1 comentario:

DARIO LOPEZ dijo...

Habiendo pasado por la experiencia del taller de dramaturgia para actores en Timbre 4, fue muy rico vivir en carne propia el proceso que estas palabras describen. hablando de palabras creo que "rico" es la que mejor define el estado que me dejó el taller; no solo por la riqueza de ver las palabras desde un punto de vista totalmente novedoso sino con lo sabroso de paladear lo que mis compañeros decían sin saber. todo un viaje que valió la pena