Dialogando con Victoria Monti 2:
Lo que se hace con lo que se deshace
Por Román Podolsky-Enero de 2012
Tarde pero seguro,
continúo dialogando a través de estas líneas con Victoria Monti, estudiante de
la carrera de Actuación de la Universidad de Córdoba, que participó en el
seminario que dicté allí en el mes de agosto del año pasado.
En su momento, algunas de
sus inquietudes motivaron una vuelta de tuerca sobre la cuestión de quien es
efectivamente el que escribe cuando de dramaturgia de actor se trata. Las
conclusiones de dicha reflexión fueron publicadas oportunamente en este blog en
un artículo que titulé: “Dialogando con
Victoria Monti 1: ¿Dramaturgia
de actor como qué?”
El hecho de que aquel título llevara el número
1 hacía imaginar que ese diálogo tendría una continuidad. Es que, efectivamente,
me había quedado en el tintero otra inquietud manifestada por Victoria, que me
parecía más adecuado tratar en otro artículo, y que se refiere a una demanda de mayor sistematicidad a la
hora de transmitir herramientas para la elaboración dramática.
Antes de escribir sobre
este punto creí necesario hacer algunas pruebas en la práctica y para ello aproveché
los seminarios que dicté en La Pampa y en Madrid, en octubre y en noviembre de
2011 respectivamente. Ahora, en pleno
enero del nuevo año, habiendo pensado y puesto en práctica lo pensado, cumplo
con el impulso original de transformar en notas mis respuestas a Victoria
Monti, completando así estos “diálogos”.
En realidad, el “ajuste”
que se me ocurrió poner a prueba resultó sencillo. (Fue más difícil, como suele
suceder, entender el problema que pensar la solución. O tal vez habría que
decir que llegar a formular el problema ya sea parte de la solución, sino la
solución misma)
Concretamente, lo que
hice fue proponer que cada participante generara escenas a partir de la
articulación de sus propios dichos en
lugar de hacerlo a partir de la articulación
de los dichos propios con los de los compañeros.
Lo que yo venía
observando es que, en el esfuerzo de articular semejante variedad de temas y puntos de vista, si bien se lograba
atravesar ciertas convenciones de escritura, no se alcanzaba a plasmar al mismo
tiempo una consistencia dramatúrgica que
pudiera llevarse a escena para poner a prueba su teatralidad.
En general, observaba que
-salvo excepciones- los trabajos resultaban en agregados de frases sueltas e
inconexas que, si bien hacían justicia al camino de exploración y ruptura
recorrido durante los ejercicios previos, no se constituían en cambio en escenas (o al menos bocetos de escenas) propiamente
dichas. Carecían en suma, de una mínima consistencia dramática que hiciera
posible su actuación.
En cambio, al proponer
que la escritura tomara como insumo únicamente el material surgido de los
propios dichos de cada uno (y que el resto de los compañeros había registrado
para hacérselo llegar), los participantes encontraron un camino que les
permitió no solo cuestionar los lugares comunes de las convenciones teatrales
explorando formas de decir insospechadas, sino que también los dejó mejor
posicionados a la hora de enfrentar los problemas propios de la construcción
dramática (estructura, relato, conflicto, personajes, situaciones,
acontecimientos, etc.).
Así, cada participante
pudo experimentar la sensación de que el trabajo de ruptura y encuentro de una mirada
propia más allá de las convenciones iba produciendo al mismo tiempo la
acumulación, profundización y progresiva sistematización del material surgido
en ese recorrido.
En suma, tratándose de
los seminarios de dramaturgia en base a los dichos de los actores, lo que me va
quedando claro es que los ejercicios que combinan textos surgidos de los dichos
de diferentes participantes, son funcionales en los inicios del trabajo a los
efectos de generar ruptura de convenciones y apertura de sentidos.
Pero una vez superada
esta etapa, es preciso desarrollar esta metodología ciñéndola específicamente al
tema que trae cada participante. Esto permite una dialéctica más rica entre lo
que se deshace y lo que se hace con lo que se deshace.