sábado, 7 de agosto de 2010

Entrevista para la revista mexicana de teatro Paso de gato

Ileana Levy (ver http://www.ileanalevy.blogspot.com/) es investigadora de teato, licenciada de la UBA y hace 8 años reside en Ciudad de México. Desde allí me envió un cuestionario a propósito de un artículo que está escribiendo para "Paso de Gato", una revista mexicana de teatro. Dicho artículo trata sobre la palabra en la escena contemporánea y responden teatristas de su generación, entre los cuales, parece, me encuentro. A continuación, sus preguntas y mis respuestas.

1) Un poco que me cuentes acerca de vos y tu producción. Como fue tu acercamiento al teatro y a la dramaturgia.

Empecé estudiando actuación, tomado por el vértigo de poner el cuerpo en la escena. Pero al poco tiempo me di cuenta que la dirección me permitía tener una visión más abarcativa del hecho teatral. Así fue que me bajé del escenario y comencé a dirigir, tomado por un vértigo nuevo: el de la articulación de los distintos lenguajes que se despliegan en el teatro. La dramaturgia se me presenta como una prolongación lógica de este recorrido. Empecé a escribir mis propias obras para dirigirlas, dentro del movimiento del teatro independiente que tiene lugar en Buenos Aires. Y con el paso del tiempo y el trabajo acumulado, fui encontrando mi espacio en el ámbito de la dramaturgia del actor, que es donde me muevo actualmente: escribiendo y dirigiendo teatro a partir del intercambio discursivo con los actores.

2) Como dramaturgo, me hables de tus obras, las publicadas y las que no, tu trayectoria. Haciendo hincapié en su textualidad, en la escritura teatral.

Empecé escribiendo al estilo “escritorio”. De principio a fin, buscando llegar al primer ensayo con la obra terminada. Pero los resultados no resultaban muy fructíferos, dado que no lograba darle libertad a mi escritura. Esto significa que las escenas, los personajes, eran sometidos a los designios de un voluntad de decir que las hacía meros instrumentos de ella. No había, en mis obras, por esos días, un despliegue de la dimensión inconciente. Podría decirse que la relación con aquello que no puede ser dicho, con el silencio, era más bien de sutura, o sea: todo debía quedar dicho, ningún cabo suelto, todo claramente explicitado. Estaba más cerca de la pedagogía que del teatro, como si una obra se tratara fundamentalmente de la transmisión, comunicación, de un contenido. A partir de “Harina”” (2005) , obra que escribí junto a la actriz Carolina Tejeda, fui encontrando un procedimiento que me permitió superar esta “dictadura del sentido”. Con ella, en el proceso que dio lugar a esa obra, nos propusimos trabajar desde la dramaturgia de actor. O sea, ella hablaba en los ensayos, yo anotaba y después articulábamos los fragmentos de texto que iban quedando, como huellas de lo trabajado. No había un sentido previo que hubiera que seguir. En cambio, había un territorio desconocido, sin sentido, cuya geografía se nos iba revelando conforme nos aventurábamos en él. La obra resultó así la hoja de ruta de un camino nunca antes recorrido, que como tal, incluía los desvíos, las encrucijadas, los repliegues y por fin no el final sino una sugerencia de apertura por venir.
“Guardavidas” (2007) estuvo inspirada por el mismo procedimiento: el sentido se fue construyendo a partir de los dichos de los actores, pero a partir de una situación que yo había propuesto. Y luego vinieron “Por su puesto” (2008) y “Aureliano” (2009), espectáculos que permitieron afianzar esta búsqueda. De resultas que logré finalmente encontrar la forma en que la escritura, las palabras, pudieran vincularse con lo no dicho no obturándolo, sino más bien bordeándolo, haciendo presente lo que no puede decirse a través de los dichos. Últimamente estoy extendiendo esta experiencia acumulada a la confrontación de los dichos de los actores con otros textos, ya establecidos, como narrativa (por ejemplo “Las Primas o la voz de Yuna”, espectáculo de inminente estreno, sobre la novela “Las Primas”, de Aurora Venturini) o guiones de cine (por ejemplo, una versión de “La Strada”, de Fellini, que estrenaré en 2011).

3) ¿Para vos, que significa en el teatro hoy "la palabra", en el teatro? ¿Cuál es su función? ¿Qué modalidades hay, que ya no son las arquetípicas?

La palabra en teatro está tironeada por dos dimensiones. Por un lado, la palabra transmite un sentido, es portadora de un mensaje. Estamos en la dimensión comunicativa del lenguaje, aquella donde se sostiene la ilusión de que podemos entendernos y cuyo andamiaje lo constituyen todas las convenciones del lenguaje. En esa dimensión creemos que cuando alguien dice “árbol”, todos entendemos lo mismo. La otra dimensión es la de la singularidad, la de lo que el lenguaje hace decir a los sujetos. Es la dimensión del lenguaje cuando nos habla y no tanto cuando lo hablamos. Ésta es la dimensión de singularidad de la palabra. Aquí “árbol” puede querer decir muchas otras cosas y sugerirnos muchas otras más. Y allí reside lo maravilloso, la poesía, el misterio.
Cada autor hace su propio juego entre estas dos dimensiones. Los habrá más cercanos al ámbito de la comunicación, y estarán aquellos que hacen del teatro un puro despliegue de su subjetividad. La palabra es generosa, nos abarca a todos.

4) ¿Qué es lo que a vos te interesa contar hoy a partir de la palabra?

Los temas son excusas. Lo que me interesa es la trama discursiva que se genera a partir de un grupo de actores hablando, improvisando sobre un tema dado. De esa trama surge un discurso que la expresa. Las obras, finalmente, se parecen mucho al proceso que las hizo posible. Pero para precisar un poco, de lo que me gusta hablar en el teatro, más allá del tema específico que me convoque en tal o cual ocasión, es de lo que está más allá de las palabras, más allá de la voluntad de decir, de aquello que nos espera a un costado del camino creativo para propinarnos una sorpresa, haciéndonos vacilar, pensar, imaginar.

5) ¿Cómo ubicarías tu producción dentro del teatro argentino?
Dentro de la corriente de autores que cultivan la dramaturgia de actor.




Agosto de 2010